noviembre 24, 2011

E008 [Final]

Mi cuerpo ya se había acostumbrado al dolor era tan normal como respirar. La medida de los golpes ya no era buena para hacerme hablar. Ellos se dieron cuenta de eso. A decir verdad nunca supe cuantos días estuve en esa habitación, cuantos días me torturaron esperando que dijera algo. Lo último que escuche fue: “De verdad es muy fuerte no creo que hable”. Ya no recuerdo si de ese momento han pasado semanas, días, horas, quizá solo fueron minutos.

En realidad me decidí a hablar porque era el momento de hacerlo. Llamé al hombre tras la puerta y me decidí a contarle todo lo que había hecho. No tenía la certeza del bando al cual pertenecía pero confiaba en que creería en mí. Después de explicarle a detalle todos los descubrimientos el hombre salió de la habitación. No hizo ningún comentario ni siquiera un gesto de aprobación o desacuerdo solo salió como si nada hubiera ocurrido.

Estaba seguro que había convencido al hombre con mis argumentos eso era algo que se me daba bastante bien. Pasaron un par de horas y el hombre regreso y con él tres hombres más. Uno de ellos se me acercó me dio ropa y me dijo –vístete y lárgate antes de que te de un tiro en la cabeza– Sin objetar hice caso a sus órdenes. Él mismo me escolto hasta la salida –no quiero volver a ver tu asqueroso rostro, tal vez engañaste a todos pero yo sé muy bien porque lo haces– La mirada de aquel tipo me incomodo bastante era como la mirada de mi madre cuando me descubría haciendo algo indebido. Esa mirada podía más que cualquier castigo. Me di la vuelta y continúe con mi camino. No tenía idea de en donde estaba, había como bodegas y todo estaba muy solitario. De pronto me encontraba en un sendero con la incógnita de ir hacia la derecha o hacia la izquierda. Como la mayoría de mis decisiones en mi vida solo seguí mi instinto.

Mientras caminaba iba pensando en lo que había pasado esos días estaba bastante confundido pero al final sabia que me había salido con la mía. Una vez más había logrado engañar a todos y había quedado como el hombre ingenuo y de buen corazón. Todos habían creído mi discurso trillado y ensayado.

Todos los movimientos fueron meticulosamente planeados. Desde el día en que salí de casa no hice más que planear toda mi vida. Cuando me uní al ejército de occidente tuve que hacer cosas de las que no me arrepiento. Matar gente se convirtió en rutina cotidiana. Maté a tantos que pocas veces me acordaba de sus caras; mujeres, niños, ancianos, todos los que no servían para trabajar, solo carne que ocupaba espacio vital para la supervivencia. Todos esos enfermos que luchaban por conseguir una cura para su mal, una cura que yo he tenido desde hace mucho tiempo, una cura que yo mismo usé para sobrevivir. Nadie notó siquiera que yo estaba enfermo ya que nunca cometí error alguno. Manipulé el sistema y logré que dos bloques se pelearan por una pequeña piedra de la cual aun ni siquiera conocen sus mínimas propiedades. Toda la sangre derramada por esa causa ha sido en vano.

Aún recuerdo el día que llegamos a ese pueblo. Teníamos que reclutar a hombres jóvenes que nos sirvieran para trabajar en las minas donde las jornadas eran completamente agotadoras. Un hombre viejo o una mujer no servirían para la causa. Después de varias horas de revisar casa por casa teníamos alrededor de 50 jóvenes fuertes y propicios para el trabajo. Mientras los soldados los subían al camión escuché un sollozo proveniente de una casa. Entré y ahí me encontré con una mujer de edad mediana, la mujer lloraba en silencio. Cuando percibió mi presencia me miro fijamente y me dijo – ¡por favor no te lleves a mis muchachos, me quedare sola!– en ese momento no pensé en nada mas, ver a esa mujer llorando por sus hijos me lleno de rabia y de un solo golpe la tiré al piso, después comencé a golpearla hasta que otro soldado entró y me detuvo. Para entonces ya era tarde la mujer había muerto a causa de los golpes su rostro había quedado completamente desfigurado. Recuerdo que gritaba con un dolor que seguramente venia desde lo más profundo de su ser, en ese momento no sentí remordimiento alguno. El soldado que me detuvo me miraba atónito, como si le costara mucho creer lo que había pasado, como si fuera la primera persona a la que hubiera matado.

El soldado salió de la casa. Me quedé un momento contemplando aquel charco de sangre que estaba alrededor de la mujer, preguntándome ¿por qué la sangre que sale de la cabeza es más espesa que la que sale de todo el cuerpo? Después de eso levanté la mirada y vi frente a mí una pintura de un paisaje donde estaban las olas del mar rompiendo sobre unas rocas. Tal imagen la había visto antes estaba seguro que era la mismo pintura que veía cuando era niño cada vez que regresaba a casa.

Me quedé sin aliento, no quería moverme. Quedé horrorizado al imaginarme que…

Di la vuelta y comencé a buscar como desesperado algún indicio, algo que me confirmara mi temor. Abrí un cajón y ahí estaba una fotografía. A la izquierda un hombre robusto, en los pies de este tres pequeños niños con una sonrisa picara a los que no parecía importarles nada, a la derecha del hombre y con un rostro sin expresión, una mujer. Si aquella mujer que yo mismo había molido a golpes, esa mujer que yacía en el suelo sin vida. ¡Mi madre! no había sido capaz de reconocer a mi propia madre quien me suplicaba con horror que dejara de golpearla, que su único crimen había sido suplicarme que dejara a sus hijos, esa hermosa mujer que me había llenado de amor hasta el día que yo decidí irme de casa ¿qué clase de monstruo era para no poder reconocer a mi madre? Todo el daño que había causado borró de mi mente los recuerdos de mi infancia. Había olvidado lo que era vivir y solo vivía para matar.

Quedé horrorizado. No supe que hacer, en ese momento fue como si algo dentro de mí se apagara. Deje de sentir, de pensar. Solo me interesaba sobrevivir no sé para que ni porque pero era lo único que quería.

Salí de esa casa y no mencioné el incidente a nadie ni siquiera nadie noté mi sobresalto. Repaso que otro de los soldados vio el cuerpo de esa mujer, mi madre, y solo dijo – ¡muy bien! nos haz ahorrado el trabajo de uno– carcajeo sarcásticamente y se alejó. No dije nada no me moví.

Después de varios años de servicio a la milicia de occidente decidí retirarme. Me dediqué a la investigación por mi parte y los descubrimientos fueron impresionantes. ¿Cómo terminé en las minas? no lo sé, sin duda era necesario. Sin duda alguna todo lo que había hecho Hacer creer que yo no sabía nada. Esperaba que se dieran cuenta de su error, sin embargo, eso nunca pasó y ¿quién soy yo para abrirle los ojos a un ciego?

Años después de haber matado a esa mujer me enteré que mis hermanos habían sido llevados a las minas y explotados hasta no soportar más y cayeron enfermos. Se contagiaron de la enfermedad de la marca. Me contrataron para hacer una investigación con la ígnea para encontrar la cura a la enfermedad. Los sujetos de investigación fueron ellos, mis hermanos, aún vivos los desollé, quité la piel para dejar expuesta su grasa corporal que era lo que necesitaba para hacer mis pruebas, los necesitaba vivos pues el virus solo vive si el cuerpo está vivo. Fueron semanas de investigación uno de ellos, el mayor, murió al poco tiempo por una infección. El otro, el pequeño de los tres, sobrevivió por mucho tiempo solo se quejaba ocasionalmente. Él en realidad no murió, después de que la investigación estaba avanzada me acerque a tomarle las muestras y por error se me cayó la mascarilla, me miro fijamente a la cara supe que me había reconocido. Sentí que imploraba clemencia solo vi como salió una lagrima de su ojo sin parpado. Después de eso no podía dejarlo así, yo aún tenía conciencia así que en llegada la noche entré a su habitación e inyecté una solución para que durmiera.

Tuve que tomar fotografías para la investigación. Quedaron guardadas en un archivo general donde almacenábamos todo. Nadie se enteró de quienes eran en realidad. Nadie se enteró de quién era yo en realidad y después de todo, la verdad es que ni siquiera yo sé quien soy en realidad, no quiero saberlo pues hay cosas que es mejor mantener en secreto.

noviembre 14, 2011

E007 [Final]


Hacía meses que no veía un periódico. Llegué a pensar que ya no los imprimían. Ahora pienso que solo era porque me tenían aislado del mundo real. En la primera plana encontré un encabezado “Un giro a la autoridad. El bloque del occidente ahora domina la ígnea, un imperio sangriento”, seguido de eso fotografías, cifras de muertes, mutilaciones, secuestros, experimentos humanos, torturas. Todo lo malo que se había visto el mundo ahora parecía peor. Había surgido un cambio en el poder, ahora el bloque occidental estaba al mando, ellos siempre se habían caracterizado por ser sanguinarios y conseguir lo que querían sin importar el daño que causaban.
Mientras hojeaba el periódico me encontré con una fotografía. La había visto antes en los papeles que me habían entregado, la misma imagen. Con eso todo me quedaba muy claro, ahora yo estaba trabajando el bloque de occidente. Por un momento me sentí muy mal al saber que yo estaba contribuyendo a esas atrocidades, esos crímenes que no tenían justificación.
Sabía que la información proporcionada había sido clave para sus experimentos y muchas cosas más, sin embargo, ¿qué podía hacer sino me dejaron opción? ¿Qué podía hacer si era la única forma en la que yo podía salir de esas minas? Por un momento pensé; tan egoísta podía ser que prefería salvar mi vida a evitar muchas atrocidades. Preferí quedar yo aunque eso costara más vidas. Al final soy humano y siempre veré primero por mi bienestar.
Ahora no sabía qué hacer o decir. Tantas familias destruidas, niños que no tuvieron la oportunidad de vivir, madres separadas de sus pequeños, tantas atrocidades de las que yo era cómplice.
Después de mucho analizarlo decidí llamar al hombre. Toqué tres veces la puerta. De inmediato abrió, – ¿ya estás listo? haz visto todo lo que está pasando ¿estás contento? ¿Era esto lo que querías? – con la voz entrecortada solo le dije: no. El hombre acercó una silla, se sentó y encendió un cigarrillo – ¿fumas? – me dijo mientras extendía su brazo con un cigarrillo en ella. En realidad nunca había fumado, tomé el cigarrillo lo encendí y le di una fumada antes de  comenzar a hablar.
Comencé –Hace algunos meses me contacto un hombre. Trato de convencerme de vender información pero me negué– Apenas había terminado de hablar cuando el hombre se levantó y me golpeó tan fuerte que quede tirado en el piso puso su pie en mi cuello y replicó –no quiero lastimarte de nuevo, sabemos muy bien que has estado filtrando información, lo único que quiero que me digas es a quién y dónde puedo encontrarlo. No tienes ni idea de lo que has hecho y que pasara después de esto. Haz puesto en manos equivocadas un arma muy valiosa y poderosa. Haz dado una cura para aquellos que enfermaron por gusto–.
Las palabras de ese hombre no eran de todo claras para mí. No sabía a qué se refería. Bueno, sabía que se refería a la enfermedad de la marca, pero lo demás no lo entendía con claridad. Sí, yo les di una cura pero…
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un fuerte golpe en el costado. Quedé sin aire por varios segundos sentí que me había fracturado una costilla o tal vez dos, el dolor empeoraba si trataba de moverme y solo me quedé en posición fetal – ¿estás seguro que es lo único que quieres decir? Aún tengo mucho tiempo y puedo quedarme a hacerte compañía– comentó.
Respondí – ¿Por qué hacen esto? Ustedes son los que han causado tanta destrucción ¿por qué les interesa tanto que yo haya filtrado información? Lo que ustedes querían lo han conseguido. Destruir todo cuanto puedan– El hombre me miró con cierta pena, como cuando miras a aquellas personas que les falta un brazo o una pierna. A lo que él respondió – ¿qué te hace pensar eso? ¿por qué crees que nosotros hemos causado esa destrucción? Te trajimos a trabajar aquí para evitar que los del bloque de occidente te contactaran. Tu información es muy valiosa y por supuesto sabíamos nos estabas ocultando información y eso nos pareció sensato creímos que solo la ocultabas no que la vendías– Después de eso me propino otro golpe. Esta vez me hizo escupir sangre pero no era de la boca. Esta sangre la sentía venir desde el fondo, la sentía recorrer todo mi cuerpo.
Entre los golpes y lo que me decía el sujeto estaba completamente aturdido. No sabía lo que estaba pasando, no sabía quién tenía la razón y a quien debía creerle ni siquiera sabía con quién estaba en ese momento. Estaba en medio del fuego cruzado en una guerra y cualquier movimiento seria dañino solo tenía que descifrar cual dañaría menos.

noviembre 07, 2011

E006 [Final]


Lunes por la madrugada. Ya habían pasado algunas semanas desde aquel incidente de los documentos. El insomnio ya era mi pan de cada día y me había acostumbrado a solo dormir por momentos.
Esa madrugada había sido diferente a las demás, sentía una presión en el pecho muy peculiar. Nunca he creído en cosas sobrenaturales pero mi sensación parecía ser eso a lo que llaman un presentimiento. Sentía que algo malo estaba por ocurrir, bueno ni siquiera podría decir si era algo malo, solo era algo.
Estaba casi a punto de quedarme dormido, cuando de pronto se abrió la puerta de mi habitación. Entraron varias personas y sin más, me sujetaron de brazos y piernas y me cubrieron la cabeza después de eso solo sentí un golpe muy duro en la cabeza. Me desmayé.
Desperté. No sé cuánto tiempo después. Estaba desnudo dentro de una tina con hielo, atado de pies y manos. Lo primero que me vino a la mente fueron aquellas leyendas urbanas de un secuestro para sacar tus órganos y después abandonarte en una bañera y sin tus riñones. Sin embargo, estaba seguro de que esto era diferente. Todo estaba a obscuras y no podía escuchar nada más que el agua en contacto con mi cuerpo. Pasaron varios minutos quizás horas, no podía tener noción del tiempo ni siquiera sabía si era día o si era noche.
Por fin se abrió una puerta. Entró un hombre con capucha como vestían los verdugos que iban a ejecutar a alguien en la guillotina, en la antigua Francia. No me dirigió palabra alguna a pesar de preguntarle varias veces su presencia en el lugar. Solo jaló una cuerda al mismo tiempo que me ponía de cabeza sobre esa bañera. Vacío mas hielos en ella y yo que me quede suspendido mientras lo hacía, después de eso con una vara delgada comenzó a azotarme varias veces. Sentí como si la espalda estuviera sangrándome. El dolor no era tanto pues creo que el hielo me anestesiaba. Solo podía sentir que algo escurría por la espalda. No distinguía si era el agua o mi sangre. Después de azotarme, aquel individuo salió de la habitación dejándome en la obscuridad total otra vez.
Así pasaron algunos días, semanas, meses o quizá solo fueron unas horas pero a mí me pareció una eternidad. La última vez que entró aquel hombre, me desató y me sacó de la bañera. Me dijo –están esperando– me indicó seguirlo. Al salir de la habitación quedé completamente cegado. Era un pasillo a media luz pero para mí, parecía que estaba viendo directo al sol. Después de recuperarme un poco seguí al hombre. Me dirigió hasta otra habitación donde había un poco de comida y agua. Me dijo que tenía 3 minutos para comer. Pasado el tiempo me jaló del brazo y me sacó de la habitación, me llevó a otra parecida a un congelador, por lo fría que estaba. Yo seguía sin ropa y mojado aún. Me empujó adentro del cuarto y cerró la puerta. Al final de la habitación había una pequeña mesa en donde había una hoja. Me acerqué a la nota y la leí: “Cuando estés listo, toca tres veces la puerta. Vendremos para hablar”. De inmediato corrí hacia la puerta y toqué tres veces. Casi al instante se abrió y entraron varios hombres. No tuve oportunidad de contarlos y sin decir nada comenzaron a golpearme. Yo solo pude tirarme al suelo y cubrirme para protegerme. Mientras se alejaban solo puede escuchar una voz –Vuelve a tocar la puerta cuando estés listo para hablar–. Me quedé tirado y desconcertado, ¿listo para hablar, pero hablar de qué?, estoy seguro que sería algo sobre la ígnea, de eso no tenia duda. Pero, ¿qué tenía que decir?, había guardado tantos secretos. No sabía que podía decir y que no. No sabía lo que querían escuchar.
Traté de buscar alguna señal de quiénes eran esos individuos y lo que esperaban de mí. No podía entenderlo pues no había nada en esa habitación que me diera siquiera una señal.
Después de mucho pensarlo decidí que tenía que sacarle algo de información mis secuestradores. Volví a tocar tres veces en la puerta, seguido de eso entró un hombre con bata blanca y encapuchado, me dijo – ¿estás listo para hablar?– No sé qué es lo que quieren saber, respondí. El hombre sacó unas pinzas de su bata, se me acercó, me tomó el meñique izquierdo y lo apretó tan fuerte hasta fracturarlo. Solo me retorcí del dolor, mientras tanto el hombre reía –la próxima vez que me hables espero estés listo para hablar de tu traición– comentó.
En ese momento supe lo que sucedía. Todo esto se debía a la información que ofrecí pero, ¿cómo se enteraron? ¿Cómo supieron que yo estaba vendiendo información? A no ser que a mí también me hayan traicionado.
El dolor era muy intenso. Después de mucho tiempo deje de sentir el dolor. El dedo se puso morado casi negro y pensé seguro que eso era nada bueno. Al menos ya no sentía ni para bien ni para mal.
No tenía nada más que pensar en las respuestas que iba a dar a esos hombres, tenía que planear muy bien lo que iba a decir para que ellos lo creyeran. Al final no sería la primera vez que les mentiría y seguro lo creerían. Incluso practiqué varias veces antes de llamarles. Cuando al fin estaba listo para tocar, alguien lanzó un periódico bajo la puerta de esa habitación.