noviembre 07, 2011

E006 [Final]


Lunes por la madrugada. Ya habían pasado algunas semanas desde aquel incidente de los documentos. El insomnio ya era mi pan de cada día y me había acostumbrado a solo dormir por momentos.
Esa madrugada había sido diferente a las demás, sentía una presión en el pecho muy peculiar. Nunca he creído en cosas sobrenaturales pero mi sensación parecía ser eso a lo que llaman un presentimiento. Sentía que algo malo estaba por ocurrir, bueno ni siquiera podría decir si era algo malo, solo era algo.
Estaba casi a punto de quedarme dormido, cuando de pronto se abrió la puerta de mi habitación. Entraron varias personas y sin más, me sujetaron de brazos y piernas y me cubrieron la cabeza después de eso solo sentí un golpe muy duro en la cabeza. Me desmayé.
Desperté. No sé cuánto tiempo después. Estaba desnudo dentro de una tina con hielo, atado de pies y manos. Lo primero que me vino a la mente fueron aquellas leyendas urbanas de un secuestro para sacar tus órganos y después abandonarte en una bañera y sin tus riñones. Sin embargo, estaba seguro de que esto era diferente. Todo estaba a obscuras y no podía escuchar nada más que el agua en contacto con mi cuerpo. Pasaron varios minutos quizás horas, no podía tener noción del tiempo ni siquiera sabía si era día o si era noche.
Por fin se abrió una puerta. Entró un hombre con capucha como vestían los verdugos que iban a ejecutar a alguien en la guillotina, en la antigua Francia. No me dirigió palabra alguna a pesar de preguntarle varias veces su presencia en el lugar. Solo jaló una cuerda al mismo tiempo que me ponía de cabeza sobre esa bañera. Vacío mas hielos en ella y yo que me quede suspendido mientras lo hacía, después de eso con una vara delgada comenzó a azotarme varias veces. Sentí como si la espalda estuviera sangrándome. El dolor no era tanto pues creo que el hielo me anestesiaba. Solo podía sentir que algo escurría por la espalda. No distinguía si era el agua o mi sangre. Después de azotarme, aquel individuo salió de la habitación dejándome en la obscuridad total otra vez.
Así pasaron algunos días, semanas, meses o quizá solo fueron unas horas pero a mí me pareció una eternidad. La última vez que entró aquel hombre, me desató y me sacó de la bañera. Me dijo –están esperando– me indicó seguirlo. Al salir de la habitación quedé completamente cegado. Era un pasillo a media luz pero para mí, parecía que estaba viendo directo al sol. Después de recuperarme un poco seguí al hombre. Me dirigió hasta otra habitación donde había un poco de comida y agua. Me dijo que tenía 3 minutos para comer. Pasado el tiempo me jaló del brazo y me sacó de la habitación, me llevó a otra parecida a un congelador, por lo fría que estaba. Yo seguía sin ropa y mojado aún. Me empujó adentro del cuarto y cerró la puerta. Al final de la habitación había una pequeña mesa en donde había una hoja. Me acerqué a la nota y la leí: “Cuando estés listo, toca tres veces la puerta. Vendremos para hablar”. De inmediato corrí hacia la puerta y toqué tres veces. Casi al instante se abrió y entraron varios hombres. No tuve oportunidad de contarlos y sin decir nada comenzaron a golpearme. Yo solo pude tirarme al suelo y cubrirme para protegerme. Mientras se alejaban solo puede escuchar una voz –Vuelve a tocar la puerta cuando estés listo para hablar–. Me quedé tirado y desconcertado, ¿listo para hablar, pero hablar de qué?, estoy seguro que sería algo sobre la ígnea, de eso no tenia duda. Pero, ¿qué tenía que decir?, había guardado tantos secretos. No sabía que podía decir y que no. No sabía lo que querían escuchar.
Traté de buscar alguna señal de quiénes eran esos individuos y lo que esperaban de mí. No podía entenderlo pues no había nada en esa habitación que me diera siquiera una señal.
Después de mucho pensarlo decidí que tenía que sacarle algo de información mis secuestradores. Volví a tocar tres veces en la puerta, seguido de eso entró un hombre con bata blanca y encapuchado, me dijo – ¿estás listo para hablar?– No sé qué es lo que quieren saber, respondí. El hombre sacó unas pinzas de su bata, se me acercó, me tomó el meñique izquierdo y lo apretó tan fuerte hasta fracturarlo. Solo me retorcí del dolor, mientras tanto el hombre reía –la próxima vez que me hables espero estés listo para hablar de tu traición– comentó.
En ese momento supe lo que sucedía. Todo esto se debía a la información que ofrecí pero, ¿cómo se enteraron? ¿Cómo supieron que yo estaba vendiendo información? A no ser que a mí también me hayan traicionado.
El dolor era muy intenso. Después de mucho tiempo deje de sentir el dolor. El dedo se puso morado casi negro y pensé seguro que eso era nada bueno. Al menos ya no sentía ni para bien ni para mal.
No tenía nada más que pensar en las respuestas que iba a dar a esos hombres, tenía que planear muy bien lo que iba a decir para que ellos lo creyeran. Al final no sería la primera vez que les mentiría y seguro lo creerían. Incluso practiqué varias veces antes de llamarles. Cuando al fin estaba listo para tocar, alguien lanzó un periódico bajo la puerta de esa habitación.

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