octubre 10, 2011

E001. Escrúpulo [Final]


Entre sueños pude escuchar los gritos. No distinguía con seguridad de que se trataba. Solo recuerdo que sentí un escalofrió que recorrió mi cuerpo, seguido de eso, se escuchó un fuerte golpe en la puerta – ¡Abran ya, todos tienen que salir!–- abrí la puerta y todo era un caos, todos corrían hacia la calle. Sin tiempo de nada un hombre alto y de piel clara me tomo por los hombros y me saco de la habitación, tuve que unirme a la multitud.
En la calle había 3 filas, en la primera estaban las mujeres y los niños, en la segunda estaban los hombres y en la tercera estaban los de piel oscura, mujeres, niños y hombres por igual, me forme al final atrás de una familia, un pequeño preguntaba a su padre qué pasaba y este solo lo tomaba fuerte de la mano –tranquilo, no pasa nada estos hombres nos van a llevar a dar un paseo–. Esto no tranquilizaba al pequeño quien solo miraba con terror lo que pasaba a su alrededor.
Nos llevaron formados a unos autobuses y en la puerta del transporte, un militar mal encarado preguntaba nombre y edad, al subir solo se escuchaba el silencio, todos miraban hacia el suelo y algunos rezaban, lo único que podía sentir era el miedo que transmitían. En realidad yo no estaba preocupado, en ese lugar no tenía nada que perder y lo que hacía lo podía hacer en cualquier sitio.
Antes de que el autobús arrancara escuche un grito – ¡Todos irán de regreso por donde vinieron, no queremos más basura aquí!– no sabía exactamente a lo que se referían, pero supuse que nos llevarían a casa, en realidad estaba ansioso por regresar, hacia tantos años que no veía a mi madre, mis hermanos, eran unos niños cuando los deje y esta sería la oportunidad de verlos nuevamente.
Hicimos una escala, no se permitió a nadie descender del autobús, miré por una de las ventanas y vi en una pared una manta colgada: “la ley del más fuerte, el más fuerte dominara”. Las calles estaban desiertas, esta paz solo se veía perturbada por algunos hombres con fusil en mano que parecían cantar victoria.
Después de muchas horas de camino, sin comer y sin dormir, llegamos a una estación, nos bajaron uno por uno del autobús, solo a los hombres, nos entregaban un overol, unas botas y un costal. –a las seis de la mañana sonará la campana y vendrán a formarse de nuevo– el hombre uniformado exclamó, dio la vuelta y se fue.
Otro de los uniformados nos llevó hasta a una cabaña, entramos y había una mesa larga, nos sentaron en orden y uno a uno nos dieron un plato con algo que parecía papilla y un vaso de algo que parecía atole, el aspecto era desagradable pero a esas alturas no podía ponerme exigente, comí como si aquello fuera el plato de lo más suculento, al terminar nos formaron nuevamente y nos llevaron afuera, la fila continuo hasta algunas pequeñas cabañas hechas de madera y fierros viejos, de a 10 nos fueron metiendo a las cabañas, al entrar solo se podían ver 3 literas, hice mis cuentas y definitivamente habría que compartir con alguien, eran camas hechas de cemento, sin colchón, ni nada que amortiguara la dureza, por almohada utilicé el costal que me habían dado, me tocó compartir la cama con un hombre muy delgado, así que, no ocupó tanto espacio, sin embargo, no logré dormir, lo intenté pero había algo que me lo impedía, no sabía con exactitud que era, so el miedo, la preocupación por la familia o el futuro incierto que me antecedía, solo sabía que esa sensación estaba ahí.
Aún no amanecía y a lo lejos se escuchaba una campana y una voz – ¡formación!– me levanté rápido, me puse los zapatos y salí, me encontré con una fila larga de hombres, me integré a ella y seguimos caminando, llegamos a un campo desierto. No había ni un solo árbol, ni siquiera una biznaga que creciera en el suelo, ya solo era tierra y piedras. Empezaron a repartirnos picos y palas y la fila comenzó a avanzar, entre esa tierra desierta se veía un pequeño montículo de piedras, lo rodeamos y vimos lo que parecía la entrada a una cueva, los hombres con uniforme se quedaron afuera y nosotros íbamos entrando despacio uno por uno, yo no sabía qué pasaba, ¿qué hacíamos en ese lugar?, todo estaba muy obscuro, emanaba un olor fétido pero no desagradable, un olor que no puedo olvidar, parecía azufre, cobre, fruta podrida, agua de rosas, una mezcla demasiado rara, todos los hombres tomaron sus puestos y comenzaron a trabajar. Yo solo los observaba e intentaba entender que estaba pasando, me acerqué a uno de los hombres que trabajaba y le pregunté qué sucedía, a lo que él solo me respondió –no hables más y trabaja o te buscaras una reprimenda, pica la piedra y recoge los cristales que brillan, los apilas por allá y sigues con el trabajo–.
Entonces miré al suelo y entre toda esa obscuridad logré ver pequeñísimos pedazos brillantes, apenas se distinguían, resaltaban de entre las piedras, de la pila que estaba en la esquina otro hombre llenaba una carretilla y la llevaba a la superficie.
En esa especie de mina estuvimos trabajando más de 10 horas, no hacía calor ni frio, lo único que me molestaba era esa obscuridad interminable que no me permitía diferenciar si era de día o de noche, ese olor era reconfortante, producía una sensación de tranquilidad, me llenaba de gozo y hasta sentía que me gustaba lo que hacía y parecía que a los demás les producía el mismo efecto. A lo lejos se escucha una voz – ¡se terminó la jornada, salgan ahora!– ordenadamente se volvió a formar una fila, fuimos saliendo uno por uno por el estrecho hueco que hacía las veces de entrada, al salir entregábamos la pala y el pico, la fila se extendía a lo largo del campo desierto y cuando estaba completa, nos quitaban la ropa, sacudían las prendas una a una, revisaba cada parte de nuestro cuerpo, incluso aquellas partes que ni siquiera imaginaba que lo haría, después de aquella exhaustiva revisión nos volvíamos a vestir con el overol verde y la fila caminaba de regreso hasta las cabañas.

3 comentarios:

Sandro Cohen dijo...

Estremecedor relato. ¡Cuidado con los encabalgamientos! Solo en el primer párrafo usted encabalgó cinco veces. También debe cuidar los acentos. Logra sostener la tensión muy bien, aunque todavía no sabemos bien a bien qué hay detrás de lo que sucede.

Brenda Marquez Cruz dijo...

Buena entrada, y gracias por la correciones de mi blog

Berita Liera dijo...

¡Hola compañero! Me parece super interesante tu entrada, solo cuida el uso de algunos acentos y comas. =)