Mientras leía los documentos me acerqué una
silla, eran documentos que contenían información sobre la ígnea. Información
que en manos equivocadas podría ser muy peligrosa. Era bien sabido que la ígnea
tenia propiedades impresionantes incluso podía curar enfermedades pero también
podía causar una destrucción inimaginable, peor que las bombas nucleares.
En las fotografías podían verse personas o
por lo menos lo que alguna vez fueron personas; cuerpos mutilados, quemados,
torturados, desfigurados, todos ellos experimentos con los cuales se
comprobaban las propiedades de ese tan codiciado mineral. Apenas soporté verlas.
Pequeños cuerpos de niños que ni siquiera habían tenido una oportunidad de
vivir. Niños que habían sido creados en un laboratorio para experimentar e
incrementar las ganancias de una compañía. ¿Cómo podían ser tan crueles? Al
parecer todo esto lo habían hecho científicos y trabajadores de la compañía que
me había reclutado, en realidad no tengo la seguridad de nada ni siquiera de
mis convicciones. A pesar del impacto de aquellas fotografías decidí
ignorarlas, no tenía nada que perder. Y si, era inhumano pero en estos tiempos
¿Qué ya no lo es?
Esa noche no pude dormir pero al cabo de una
semana olvidé el incidente y continué mi vida creyendo que ya estaba todo
olvidado.
El trabajo en la compañía era cada día más
ficticio. Prácticamente ya solo trabajaba para satisfacer mis metas personales
y a mis superiores solo les dejaba hallazgos menores, como cuando les mostré
como utilizar la ígnea para curar aquella enfermedad que había sido una gran
epidemia que había matado a miles y de la cual aún no se había encontrado una
cura, con la ígnea preparé una emulsión algo viscosa que era insoportable al
paladar pero podía curar sin duda alguna esa enfermedad, tomando este remedio
incluso era posible que la enfermedad no dejara marca y que las personas siguieran
con su vida normal.
Para ellos ese descubrimiento les generó
ganancias millonarias y mientras a mi me dieron un reconocimiento en una cena
donde estaban personajes muy importantes.
Ellos seguían creyendo que mi trabajo era de
lo mejor pero no tenían ni idea de lo que estaba por venir.
Fue martes por la noche, escuché que tocaron
la puerta y cuando me levanté solo encontré un sobre bajo la puerta con una
nota que decía; “Te habrás olvidado de nosotros, mira lo que han hecho con tu
familia, ¿seguirás ayudándoles?”. Seguido de eso me encuentro con unas imágenes
que hasta el día de hoy no he podido sacar de mi mente, mi madre y mis hermanos
muertos pero ¿de qué manera?, no podía ni siquiera mirarlos, a ellos yo los
creía muertos o perdidos de tiempo atrás. Mi mente estaba tranquila pensando
que en las capturas mis hermanos habían sido tomados como rehenes y trabajaban
en las minas y que mi madre, como a los demás ancianos, simplemente le habían
dado el tiro de gracia, pero esto no lo esperaba, la rabia me invadió por un
momento tenía ganas de ir y matar a todas esas ratas asquerosas, después la
tristeza me invadió. La culpa de haberlos dejado abandonados por tanto tiempo
de haberme ido y nunca regresar. Tal vez si hubiera estado con ellos no hubiese
pasado esto. Tantas cosas pasaban por mi mente, al final solo llore un poco. Desde
niño no lloraba, ahora ya no tenía nada que perder ni nada que ganar. Buscar mi
libertad ya ni siquiera era un aliciente para mí, no tenía nada allá afuera y
el mundo era insoportable no había nada más para luchar. Los buenos tiempos de
libertad habían terminado hace mucho tiempo y los hombres nos limitábamos a
sobrevivir día con día y a trabajar para el fortalecimiento del bloque.
Después de meditarlo unos minutos decidí que
trabajaría para ellos. Alternaría mi trabajo en la compañía con la venta
clandestina de información, lo que ellos hacían tampoco estaba bien. En estos
tiempos ya no hay buenos ni malos solo quería venganza.
No podía comunicarme con esa gente pues ni
siquiera sabía en donde estaban así que ese mismo día en lugar de dormir preparé
toda la información que ya tenía recopilada sobre la ígnea, información que nadie
más poseía y que podía generar una catástrofe mundial peor que la que ya
habíamos vivido. Todo lo metí en un sobre y lo dejé sobre la mesa. Al amanecer
hice mi rutina. Asistí al trabajo pero no pude sacar esas imágenes de mi cabeza.
Hice un gran esfuerzo para contener mi ira y tristeza para que nadie notara mi ánimo
desubicado.
Al final del día recogí el sobre y me dirigí
a ese mismo café donde me habían contactado la primera vez, supongo que me
estaban siguiendo pues no habían pasado ni siquiera 15 minutos cuando un tipo
se sentó conmigo y me dijo – ¿Lo has pensado mejor? – ni siquiera respondí a
eso, solo le entregué el sobre y salí del lugar.
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